lunes, 7 de marzo de 2011
Toca volver.
Se la echa de menos.
Será porque las fiestas de primavera se acercan, será por el solito de la plaza de El Salvador o será por un acento, que hay veces que lo empiezo a sentir ya lejano, o quizá no tenga que haber razón alguna; sencillamente hay que volver a Sevilla.
Al principio no me gustó. Llegué en enero del año 2000, y me pareció una ciudad bulliciosa, corralera e intimidante, pero los meses fueron pasando y se fueron llenando de damas de noche, de sentido del humor, de conciertos en El Alcazar, de Alameda de Hercules y de buenos amigos.
Con el tiempo la hice mía. El Guadalquivir, comer de pie en una barra repleta de gente o pasear por Santa Cruz, se hizo algo tan habitual, como el respirar.
Pero todo tiene su momento en esta vida, y el mío ahora es otro.
Volveré Sra. Mia, y no tardare mucho, porque como dijo Pérez Reverte en su prologo de "La piel del tambor": "todo en esta novela es ficticio, excepto el escenario. Nadie podría inventarse una ciudad como Sevilla...
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